19 December 2010

Desafío (primera parte)

Era una noche de verano y estábamos charlando sobre el clima. Sí, sobre el clima. El silencio era tan insoportable que tuvimos que recurrir a comentarios como: «¡qué calor que hace!» o «me parece que va a llover». Siempre era así. A pesar de que teníamos varias cosas en común, de alguna forma, nos sentíamos incómodos y nos quedábamos callados. ¿Cómo podía ser que tuviera tantas cosas para decirle, pero de mi boca no saliera ni el mínimo sonido? No sabía que pensaba él, pero estoy segura de que tampoco le agradaba el silencio.
Estábamos en el cine rodeados de gente, esperando a que empezara nuestra película. Las conversaciones ajenas llenaban un poco nuestro silencio, pero aun así, el silencio permanecía, una vez más, interrumpiendo mi felicidad cada vez que lo veía. Seguramente él estaba cansado de tener que estar conmigo en silencio. Yo sabía que pronto no lo vería más, que él se cansaría de los silencios y yo tendría que soportar un silencio aún peor: el de la soledad.
Lo miraba y trataba de descifrar qué era lo que estaba pensando. No podía entender cómo todavía seguía ahí parado a lado mío. Creo que si no hubiese pagado su entrada, ya hubiese corrido hacia la salida. «Dejá de mirarme», me dijo. Estaba tan sumida en mis pensamientos que me olvide de que lo estaba mirando fijamente, aunque pensé que no había nada de malo en que lo hiciera. «¿Por qué?», le pregunté. «Porque me ponés nervioso».
¿Yo lo ponía nervioso? Nunca pensé que tenía el poder de causar esa sensación en alguna persona. Ese sentimiento de poder me llevó a sonreírme con un pequeño aire de satisfacción. Él vio mi sonrisa y en seguida me dijo: «No te rías así, ¿vos nunca te ponés nerviosa?». «Sí, muchas veces», le respondí. Algo en su expresión cambió. Me miraba cómo si estuviera a punto de desafiarme. «¿Y qué es lo que te pone nerviosa?» Esta situación, pensaba yo, pero de alguna forma entre en su desafió y le respondí: «No te lo voy a decir. Averigualo»
Estaba tan aburrido que de verdad se puso a pensar en cómo ponerme nerviosa. Yo no veía la hora de que empezara nuestra película. Me di vuelta para ver si alguien había empezado a hacer la fila, pero antes de que pudiera fijarme, siento una mano en mi cintura. Era su mano que me estaba llevando hacia él. No tuve tiempo de entender lo que pasaba. Lo único que sabía era que sus labios estaban a pocos centímetros de los míos. «¿Esto te pone nerviosa?», me preguntó mientras me miraba a los ojos.

Muy pronto la segunda parte :) 

2 comments:

Ale said...

bien ahi que volviste!

Ale said...

Y ya te fuiste otra vez...