21 February 2011

Yo creía que... (1)

Me había invitado a salir. Ya había aceptado en mi mente, pero le dije que lo iba a pensar y después de unos días le dije que sí. Me propuso varias ideas y todas me gustaron, pero rechacé algunas para que no pensara que me daba igual ir a cualquier lado. También, dudé al confirmar un horario pretendiendo estar muy ocupada y cuando me pasó a buscar, tardé en abrirle la puerta a pesar de que hacía rato que estaba lista.
 Fuimos a un restaurante muy elegante. A penas entramos, empecé a criticar algunas cosas del lugar, como si ir a restaurantes caros fuera mi pasatiempo favorito. Pocas veces había estado en un lugar como ese, pero como él me había llevado, no quería parecer una novata. Nos sentamos en una mesa cerca de la ventana, donde podíamos ver el cielo estrellado mientras comíamos. Estuve a punto de hacer un comentario al respecto, pero la idea era tan cursi que terminé quejándome de que el mozo nos había ubicado en una mesa donde todos nos podían ver mientras comíamos, como si fuéramos animalitos de zoológico.
Abrí el menú y deseé estar en Mc Donald’s; todo era muy caro, raro y poco apetitoso. Sin embargo, ordené un plato que parecía estar de moda. Mientras esperábamos la comida, él me preguntó sobre mi vida. Traté de parecer lo más interesante posible, pero no había forma de que mi vida sonara mejor. Al final, esquivé algunas de sus preguntas y nos quedamos en silencio.
Cuando llegó nuestra orden, no podía creer lo que había pedido. Era una carne extraña con una especie de salsa que tenía un olor bastante particular. A pesar de eso, comí lo que tenía en frente como si fuera mi plato preferido. Empecé a preguntarle algunas cosas sobre él. Quería saberlo todo. Mientras más me contaba, más me fascinaba. Me relataba historias sobre sus viajes,  sus sueños de ser músico y su carrera. Todo en él era perfecto, o quizás tenía las mejores imperfecciones, no estaba segura. Quería que me cuente más, pero después de un rato deje de hacerle preguntas por miedo a que me creyera una chusma.
Salimos del restaurante y me acompañó hasta mi casa. Quería decirle lo bien que la pasé y arreglar otra salida, pero no quería parecer desesperada. Me quede callada mientras escuchaba como él hacia comentarios acerca de la historia del barrio y lo lugares que frecuentaba. Nada de lo que me dijera podía aburrirme.
Llegamos a la puerta de mi casa y entré rápidamente. Nos despedimos como buenos amigos a pesar de que tenía muchas ganas de besarlo,  pero claro, no quería que penmássara que soy una chica fácil o que él me gustaba  de lo que él pensaba. Cerré la puerta y ya quería verlo otra vez.

1 comment:

Anonymous said...

Cortazar un poroto, Borges un imbécil. Lo dijo Groucho.. Nunca olvido una cara... pero con gusto haré una excepcion. Sos CASI tan fea como agarrarse el huevo derecho (Porque el izquierdo tiene menos sensibilidad, vio) con una puerta Pentágono. Espero que tu vida vaya bien, saludos al chico de la historia 8-)

Atte.
Juan Luis Guerra