Estaba
cansada. Tuve que levantarme temprano y no estoy acostumbrada. No podía
moverme, no podía salir, no podía funcionar. No tenía planes, así que me dirigí
directo a la cama. Prendí el televisor y empecé a ver una película. Sabía que
iba a repetir mi ritual de todas mis noches de insomnio: apoyar la cabeza en la
almohada, ponerme cómoda, asegurarme de que no haber dejado nada prendido y… en
lugar de disponerme a dormir, pensar en él. Estoy segura de que no es
inconsciente, es más, todo ese ritual lo hago para pensar con tranquilidad,
aunque en mi mente se destape una guerra.
Esta
vez prendí el televisor para distraerme de esa rutina tormentosa. Estaba entretenida
mirando cómo los personajes lidiaban con sus problemas sin detenerme a pensar
en los míos. Casi ni me di cuenta de que él estaba en mi habitación; ahí
sentado mirándome como siempre. Lo miré, le sonreí y seguí viendo mi película. Mi concentración
era increíble, nada me iba a sacar de ese pequeño momento de felicidad. Sin
embargo, estaba consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Él se me acerco
tranquilamente, sin decir nada. Yo ya sabía lo que quería. Seguí mirando la
película como si no notara su presencia. A pesar de que se acercaba cada vez
más a mí y no me miraba, como si quisiera aparentar que no iba a hacer lo que
yo ya sabía. No me moví, seguí tirada en la cama en la forma más cómoda y
despreocupada posible.
Finalmente,
hizo lo que pensaba. Se acurrucó encima de mí, como si yo fuese su parte
favorita de la cama. Su cabeza estaba encima de mis pechos tratando de
encontrar una posición adecuada. A mí no me importaba, seguía absorta en el
mundo televisivo. A pesar de que no podía ver su rostro, sabía que no estaba
ahí por lo mismo que yo. Tenía los ojos cerrados y pensaba quedarse mucho
tiempo acomodado encima de mi cuerpo. Yo mostraba indiferencia, pero tenía que
admitir que me agradaba sentir el calor de su cuerpo sobre el mío, y su
respiración que tenía su propio ritmo y trataba de armonizar con el mío.
No
es su costumbre hacer este tipo de cosas, pero cada vez que se decide, me
siento más cerca de él. No hace falta ni mirarnos para sentir esa conexión
especial. Una vez resignada a la situación, empecé a acariciar su pelo, y él no
mostró ningún sobresalto. Esta situación poco usual, ya era un ritual. Un
ritual que vale la pena mantener, porque los otros son simples círculos
viciosos. Me puse a pensar en esa diferencia, ya ignorando el televisor…
Abrí
los ojos y me di cuenta de que me quedé dormida. Él seguía ahí, apoyado sobre
mí como si fuera el mejor lugar para estar dentro de toda la casa. Me di cuenta
que el televisor estaba apagado, aquello que antes me entretenía tanto, en ese
momento tuvo otra función. Miré la pantalla y pude ver el reflejo de su rostro
tranquilo y sereno. Estaba tranquila y en paz, me sentía acompañada dentro de
tanta soledad. Su cuerpo no me dejaba mover mi brazo adormecido pero no me
importaba. Lo único que quería era disfrutar de ese momento de tranquilidad
junto a mi gato.
No comments:
Post a Comment